de cara a la puerta cerrada de mi patio trasero
esperando la voz de mi abuela y el aroma de las orquídeas ya casi olvidado
Mi canto poco a poco abre la portezuela
al ritmo de mi respiración y mi mandala en movimiento
hasta donde llega mi calma y el laberinto comienza
Y por momentos pierdo el compás
uno a uno de mi corazón latiendo mientras miro desde el aire
a mi gata descansando
1 comentario:
A mí me ha conmovido. Me encanta como conjugas las fuerzas de la naturaleza con las raíces, con la casa, con ese tronco familiar sostenido por las mujeres. Es como que a medida que uno te va leyendo tiene la impresión de que una parte de ti se fue desenrollando, como un ovillo, hasta llegar a ser este poema. Ese mismo ovillo con el que tu gata -presencia genial y juguetona al final del poema- podría jugar en una tarde cálida.
Saludos
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